Es un secreto a voces que Elchino oculta con celo su rancio abolengo. Se remonta su
ascendencia a un estilita que hizo sombra a Simón, cuyo nombre silenciaron los siglos por
intereses espúreos. Antes de eso, fue el perruno Diógenes ; aún antes, el gran Apolonio
de Tiana; en alguna vida entre medias de estas, el mismísimo Luciano de Samosata. De
siempre se le ha visto escarbando en los detritos de la memoria colectiva, en los
lodazales de los recuerdos desechados por otros. Lo vieron bucear en los sueños de toda
la humanidad, cual cazador de perlas, con inclinación y querencia por aquellos más
oscuros, por los más innombrables. Contar como respirar, respirar como el que cuenta.
Últimamente llegan noticias dudosas de avistamientos suyos en las ruinas de San Juan
Parangaricutiro, trabajando, quién sabe, en su próximo tebeo.